Columna

Claudio Oliva: ¿Régimen semipresidencial en Chile?

Publicada en: El Mercurio de Valparaíso, 20 de febrero de 2021. Aquello que ninguna constitución deja de abordar es la estructura y límites del Estado y su régimen de gobierno. Y es precisamente en esas materias en las que una nueva carta fundamental puede introducir mejoras más relevantes, que aumenten la capacidad de las instituciones políticas para responder a las expectativas ciudadanas. Nuevas reglas y principios que establezcan mayores incentivos para la moderación política, la búsqueda de acuerdos, la colaboración entre el ejecutivo y el legislativo, la gobernabilidad y una efectiva modernización y descentralización del Estado son, así, puntos clave del debate. En cuanto al régimen de gobierno, la gran mayoría de los expertos coincide en una mirada crítica hacia nuestro sistema presidencial. Éste da muchas atribuciones al presidente y pocas a los congresales, favorece el conflicto entre ambos poderes –y, por tanto, el bloqueo institucional- y carece de salidas expeditas para situaciones de crisis. En teoría, la mejor solución podría ser la adopción de un régimen parlamentario, como tiene la mayoría de las democracias exitosas. Pero esa sería una reforma muy a contrapelo de nuestra cultura política y especialmente inoportuna en estos tiempos. Lo que básicamente caracteriza al parlamentarismo es que en él el gobierno y su jefe no surgen de la elección de los ciudadanos, sino del acuerdo de los partidos políticos en el parlamento. Y aunque Diego Portales pensó en el presidente como una figura autocrática, lo cierto es que hoy su importancia en nuestra cultura política es la contraria: el hecho de constituir su elección el momento democrático por excelencia, en que la ciudadanía decide la orientación política del país. El parlamentarismo eliminaría ese momento. Por ello, muchas voces se

Alexandro Cea: Subsidiariedad y Constitución mínima liberal

LEER EN: El Libero | Ha llamado la atención estas semanas el debate ideológico que se ha producido en la derecha en torno al principio de subsidiariedad. Quienes han gatillado este debate han sido los militantes del nuevo partido liberal Evolución Política al incorporar dentro de las 130 primeras propuestas programáticas de su candidato presidencial, Felipe Kast, una mención a la inconveniencia de consagrar la subsidiariedad como principio en la nueva Constitución chilena. Lo interesante no es tanto la posición de Evópoli referente a este asunto ya que, pese a que el partido reconoce expresamente el principio de subsidiariedad como elemento central de sus principios fundamentales, ha postulado hace ya tiempo una Constitución mínima liberal como propuesta en el contexto del proceso constituyente, en la misma línea en que lo han hecho militantes de otros referentes liberales como Amplitud, Ciudadanos y Red Liberal. El planteamiento de Felipe Kast no hace más que concretizar la idea de que la Constitución no está para ser utilizada como programa de gobierno del que detenta el poder alguna vez para petrificar a perpetuidad qué tanta o qué tan poca actividad debe desarrollar el Estado en materias económicas y sociales. Una Constitución mínima va aparejada a la idea de una democracia máxima, dejando de este modo el camino libre para que esta clase de deliberaciones democráticas sean permanentemente resueltas desde la política y no desde el Tribunal Constitucional. Lo realmente interesante ha sido la respuesta del sector conservador de la derecha al postular que eliminar el principio de subsidiariedad de la Constitución sería “un autogol constitucional”, como ha afirmado Antonio Correa de Ideas País, o simplemente una idea catastrófica, como han afirmado cercanos a la Fundación Jaime Guzmán. La razón por

Alexandro Cea: Un feminismo liberal

Leer en: Ciudad Liberal - Revista Closet - Students For Liberty | Cuando se habla de “feminismo” se desconoce la existencia de la ideología de género liberal que inspiró en sus orígenes a este movimiento social. Hoy el “feminismo” se asocia sin más a la ideología de género neomarxista del feminismo radical, como si fuera la única ideología de género existente. A este reduccionismo subyacen al menos dos causas: la primera está en que los conservadores, acorralados frente a las ideologías de género liberal y neomarxista, han extremado esfuerzos para meter en el mismo saco del marxismo cultural a todo el que se oponga a los valores conservadores, restándole autonomía a la corriente liberal. Y la segunda está en que efectivamente el marxismo cultural ha cooptado el debate con el pasar del tiempo, proponiendo soluciones estatistas a una causa que originalmente siempre fue liberal. Si analizamos la historia, el feminismo es un movimiento social que vino a plantear una contraposición a la tradicional ideología conservadora del género basada en una visión binaria del sexo –donde las únicas dos alternativas son ser 100% hombre o ser 100% mujer–  la cual además propone una preeminencia natural del sexo masculino por sobre el femenino. Desde esta visión lo único real es el sexo biológico, del cual debe desprenderse la orientación sexual e identidad de género de las personas de manera que toda falta de alineación se traduce necesariamente en una “desviación, patología o perversión”. Esta  ideología conservadora, si bien se encuentra en constante decadencia, es la que ostenta la hegemonía cultural del mundo moderno, inspirando además las legislaciones actuales. Es desde esta visión que se establece como función del Estado, por ejemplo, certificar el “sexo” de los ciudadanos en los

Diego Chermac: Educación prusiana

La petición por un mayor control estatal de la educación privada ha sido aceptada por casi todos los colores políticos. Una demanda originada en el movimiento estudiantil que pedía una educación pública, gratuita y de calidad. Un mayor Estado de Bienestar para todos los chilenos y chilenas. Pero ignoran la esencia de su petición: el control de los políticos de nuestra educación. La escuela como institución moderna nace en Prusia para evitar la insurrección debido a la expansión de los ideales ilustrados. La élite gobernante crea la escuela pública y gratuita para la población. A pesar de esto, mantenía una fuerte división de clases y tenía una notoria inspiración en la educación espartana, reflejada en su admiración por el orden, la obediencia y disciplina, que llevarían a un pueblo dócil convertirse en uno preparado para la guerra y obedecer a la autoridad. Una “fábrica de soldados”, útil incluso para la oligarquía industrial. Su carácter público, gratuito y obligatorio sirvieron para los propósitos del Despotismo Ilustrado y, por lo mismo, fue difundido por todos los continentes, llegando a Chile en las últimas dos décadas del siglo XIX, a manos de Valentín Letelier, figura importante del incipiente Partido Radical. Entonces se solía plantear que el Estado debía moldear a cada persona, y moldearla de tal manera que simplemente no pueda querer otra cosa distinta a la que el Estado desee que quiera. La implementación se complementó con investigaciones sobre el control de la conducta, las que requerían una serie de pasos para la “producción” de un estudiante ejemplar. Implicaba la separación en cursos o fases educativas con la elección de contenidos por un experto externo que ni siquiera era profesor. Un proceso de producción fordista con un constante ciclo repetitivo

Alexandro Cea: ¡A politizar la Sociedad!

Leer en El Demócrata En los últimos 30 años Chile se convirtió en un milagro económico superando a todos los países latinoamericanos en cuanto indicador social e índice de desarrollo humano existe. Sin embargo en estos mismos 30 años de alguna manera nos hemos convencido de que hay que dar marcha atrás. Han sido ideas regresivas y estatistas las que han ido tomando fuerza en el país, ganando espacio y alcanzando hegemonía en las calles, en los colegios y en las universidades. Y no entendemos por qué. Pero el diagnóstico dista de ser complejo, pues al analizar estos 30 años podemos darnos cuenta de que siempre ha existido una constante. Se trata de una corriente de pensamiento que ha propuesto de manera categórica la despolitización total de la Sociedad y que, querámoslo o no, se ha posicionado durante todo este tiempo como la doctrina absolutamente hegemónica entre quienes se oponen o simplemente son indiferentes a las ideas socialistas: el gremialismo. El gremialismo no sólo hereda una visión vertical de Sociedad que arrastra del siglo pasado, asignando al estado una posición omnipotente por sobre todas las demás organizaciones sociales, sino que además clasifica a estas “organizaciones intermedias” en políticas y no políticas. Luego, afirma que deben las primeras situar su acción exclusivamente a nivel del estado sin intervenir en el desarrollo de las actividades de las segundas. De aquí deriva un rechazo a la politización por considerarse necesariamente una forma de instrumentalización de las organizaciones políticas respecto de las organizaciones no políticas, negando toda posibilidad de politización autónoma del tejido social. De esta manera, incluso contrariando una realidad evidente, el gremialismo ha convencido a un importante sector ideológico de toda una generación de chilenos que –y

Alexandro Cea: No es culpa de Bachelet

Leer en EL DEMÓCRATA Hace algunos días José Luis Daza ha repetido expresamente uno de los más graves errores de los últimos 30 años al afirmar categóricamente que el momento en que se ha jodido Chile ha sido en el gobierno de Bachelet. La afirmación es catastrófica no sólo porque significa ignorar el largo camino recorrido hasta este punto, sino porque este afán de desconocer la realidad y eludir la responsabilidad es compartido por toda una generación de un amplio sector político de nuestro país. Es cierto que Bachelet ha carecido del liderazgo que se espera de un presidente de nuestra república, pero no ha sido ella la que ha desatado los “hábitos populistas” ni es ella la “responsable directa”, como afirma Daza, de la situación política en que nos encontramos hoy.  Ella sólo está en el lugar y el momento equivocados. Si se quiere buscar un acontecimiento en que el populismo fue desatado en Chile, mucho más preciso sería observar el 2011 con un movimiento estudiantil esplendoroso que tuvo universidades y colegios tomados por más de 5 meses en todo el país exigiendo gratuidad universitaria universal. Incluso el 2006, con una revolución pingüina que mostraba ya los primeros indicios de lo que se cultivaba y que se sigue cultivando hasta hoy. Si se quiere asignar responsabilidades, ésta debe recaer precisamente en el mismo sector político que se la asigna hoy a Bachelet. Se trata de una generación que desde el regreso a la democracia se olvidó de sus canteras, abandonando completamente a toda una nueva generación de jóvenes que desde la indiferencia, la desarticulación y una escasa formación no serán jamás capaces de enfrentar las ideas e ideales de la izquierda populista. Hoy

Alexandro Cea: Control de identidad en el país más seguro de Latinoamérica

Leer en: El Demócrata / Panam Post / Panam Post (inglés) Hace algunos días se aprobó en Chile la “agenda corta” antidelincuencia, la que entrega mayores facultades fiscalizadoras a las policías, incluyendo el control preventivo de identidad. La ley fue aprobada tras extensas e intensas discusiones en torno a un asunto que se ha convertido en la primera de todas las preocupaciones de los chilenos según las encuestas: la seguridad. Sin embargo, Chile es el país más seguro de Latinoamérica. Chile se encuentra en el puesto 27 de los 163 países contemplados en el Índice de Paz Global 2016, superando no sólo a absolutamente todos los países vecinos, sino que incluso a países como Estados Unidos y Reino Unido. Pero nos han convencido de que la violencia y la delincuencia en Chile son prioridad nacional. La explicación a cómo es que ha sido posible tal distorsión de la realidad se encuentra en una simple alineación de intereses entre dos extremos políticos. Por una parte existe un numeroso sector de izquierda empecinado en ocultar los extraordinarios avances económicos y sociales que han ocurrido en nuestro país en los últimos 30 años. Este sector ha puesto, y sigue poniendo, todos sus esfuerzos en convencer a los chilenos del fracaso de un modelo que, siendo sinceros y entre otras cosas, fue el que puso a Chile en la privilegiada posición de seguridad de nuestros días. Y, por otra parte, existe un numeroso sector en derecha conservadora que se esfuerza en convencer a la población general de su vulnerabilidad frente a la violencia y la delincuencia con el objetivo de legitimar la aplicación de políticas estatales que les permitan aparecer como salvadores y, de paso, controlar con mayor fuerza

Alexandro Cea: Gremialismo, extinción o evolución

 LEER EN CHILE B Ya han pasado los tiempos de analizar el fracaso electoral del Movimiento Gremial UC este año, aunque en realidad nunca tuvo mucho sentido. Esta vez la derrota fue frente a los “hijos Chávez y de Fidel”, y éstos no ganaron engañando. Todos vieron el video. Todos votaron sabiendo por qué ideas votaban. Este año más que de un fracaso electoral hablamos de una derrota profundamente ideológica. Por esa razón, y habiendo pasado ya un tiempo desde la derrota, hoy lo que toca es indagar en  la fuente de las ideas que están siendo derrotadas: el gremialismo. Un gremialismo que muestra una serie de inconsistencias accesorias que dificulta a sus defensores la tarea de generar un relato coherente. Un gremialismo que, en un nivel un tanto más profundo, se construye sobre la base de un entendimiento decimonónico de Sociedad que no da el ancho a la hora de comprender la realidad para explicar desde ella sus principios. Podemos encontrar estas inconsistencias accesorias en el “folleto naranja”, el principal documento de formación de gremialistas de la Fundación Jaime Guzmán. La primera y más evidente de ellas es el expreso compromiso con “la estabilidad del gobierno militar”. La segunda, muy de la mano con la primera, es la justificación de la intervención de la autonomía universitaria por parte del estado durante la dictadura (de la que resultaron 11 presidentes FEUC gremialistas designados). Ambos puntos son abiertamente contrarios a los principios gremialistas, pero justificados en el folleto como una “excepcional y transitoria medida de saneamiento”. La tercera de estas inconsistencias es la despolitización en la práctica del estudiante, pues si bien en la teoría el gremialismo busca la despolitización de las instituciones no políticas, más

Juan Pablo Caneo: La democracia parte por casa

“Se espera que las posturas que se adopten como PUCV estén caracterizadas por la representatividad, transparencia, tolerancia, entre otras características que engloban lo que entendemos como democracia.”                                                                                   Proyecto aprobado en la Convención de Estudiantes de 2014 que modifico el sistema de votaciones del CGE.   Pudiendo buscar entre tantos textos que se han escrito sobre la democracia, consultar de mis apuntes de derecho constitucional o incluso recurrir directamente a profesores que han hecho de su vida el estudio de la misma, preferí tomar esta frase extraída del mismo proyecto que reformó el sistema de votaciones actualmente vigente en el Consejo General de Estudiantes, por ser obra de compañeros de nuestra universidad, que sin tener los años de experiencia y el saber de un académico con doctorados en universidades europeas, no pudieron ser más claros en definir qué es lo que se entiende por democracia y que es lo que yo al menos entiendo por democracia; un sistema caracterizado por “la representatividad, transparencia, tolerancia”, que alegría saber que esa definición fue aprobada por la mayoría de esa Convención, por lo que entiendo estamos de acuerdo con estas tres características al menos ¿no? Pero evidentemente lo aprobado no fue solo dicha retórica, sino un nuevo sistema de votaciones que vino a reemplazar el nefasto sistema de “una carrera un voto”, donde sin importar una carrera tuviera 50 o 500 matriculados llevaban igualmente un voto por la opción correspondiente, por uno peor, donde si bien se visibilizan las

Alexandro Cea: Libertad de asociación, la deuda del Movimiento Estudiantil [El Quinto Poder]

          La libertad de asociación es un derecho humano reconocido por más de 100 años como una prolongación de las libertades de pensamiento, expresión y reunión; consagrado no sólo por la Constitución Chilena, sino también por diversos tratados internacionales sobre derechos fundamentales, incluyendo la Declaración Universal de Derechos Humanos.           En nuestro país, este derecho es cuidadosamente respetado en todos los espacios de la vida nacional. Juntas de vecinos, clubes deportivos, asociaciones gremiales, sindicatos y todas las demás formas de organización social entregan a cada persona la decisión de afiliarse o desafiliarse libremente de ellas. Sin embargo, aún tenemos un espacio en que esta decisión personal no existe y la libertad de asociación es abiertamente vulnerada: la organización estudiantil.           Hasta el día de hoy, a ningún estudiante se le ha preguntado si quiere o no formar parte de alguna organización para hacerse representar por ella. Las Federaciones de Estudiantes dicen hablar por todos y cada uno de los estudiantes de sus casas de estudio, cuando la verdad es que a ellos no les queda otra alternativa que verse obligatoria y forzosamente representados por éstas.           A nivel universitario, hemos caído en un severo dogmatismo demagógico que nos ha impedido, hasta ahora, analizar desde la razón y de manera crítica un sinnúmero de elementos que hemos tenido por dados, los cuales nos han sido presentados como ciertos e incuestionables. ¡Y no hay peor lugar para la letargia intelectual que la universidad!           Si analizamos la realidad nos encontramos con que, además de niveles de participación preocupantemente bajos, la generalidad de las organizaciones estudiantiles cuentan con sistemas