Señor director:

Recibí una respuesta a mi carta  sobre Casen y desigualdad, donde el lector señala que la brecha existente en nuestro país entre pobres y ricos sí debiera preocuparnos, y califica de mediocre el contentarse con la disminución de la pobreza que arroja la encuesta que, desde 1990, ha mostrado un salto histórico en su reducción desde un 38,6% a un 7,8% en la actualidad (siguiendo la metodología tradicional).

Como dice mi interlocutor, existen una serie de factores que debemos mejorar, como procurar no revertir dichos resultados con políticas erradas, y continuar en la senda del desarrollo. Esto es contrario a lo que ha hecho el gobierno con medidas que incrementan el poder del Estado, apartándose de la receta que pareciera haber dado buenos frutos.

En su respuesta mi interlocutor expone cifras sobre concentración de riqueza, pero no argumenta sobre el fondo de la cuestión que presento que trata de si debiera preocuparnos la desigualdad de ingresos.

El enriquecimiento y la distribución resultante del normal funcionamiento del mercado no puede calificarse de justa o injusta, dado que no existe un ente distribuidor o una persona identificable cuyo actuar pueda ser enjuiciado por la desigual distribución. Sólo los actos individuales y planeados podrán ser llevados al terreno de la ética; no los resultados imprevisibles o accidentales. ¿Es injusto el enriquecimiento producto de maquinaciones de mala fe o de la obtención de privilegios por parte del Estado? Sí. ¿Es injusto el enriquecimiento producto de satisfacer necesidades de los consumidores? No. ¿Es injusta la desigualdad económica producto del normal funcionamiento de mercado? No.

 

Juan Pablo Caneo
Director de Formación
Centro de Estudios Equidad Ξ

 

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