«Pensar en la desigualdad como la brecha de ingreso entre los individuos del mundo nos da una mirada interesante a la hora de evaluar las políticas públicas. Varios académicos han estudiado las diferencias de ingreso entre los individuos a escala global. Al comparar el bienestar económico de los ciudadanos del mundo bajo un mismo prisma es sorprendente darse cuenta cómo el planeta se ha transformado en un lugar profundamente desigual.
Esto ha sucedido en gran medida debido a que algunos países han sido muy exitosos en la carrera del desarrollo económico mientras que muchos otros han quedado relegados.
La divergencia entre los niveles de ingreso de las naciones ha creado una inimaginable brecha entre los ciudadanos del mundo, dejando como ganadores de esta lotería a aquellos que han nacido en países exitosos y como tristes perdedores a aquellos relegados a vivir en un país subdesarrollado. Los países exitosos proveen a sus ciudadanos oportunidades inimaginables para aquellos que han tenido la mala suerte de nacer en el lugar equivocado del globo.
Branko Milanovic, economista del Banco Mundial, explica en su libro “The Have and the Have-nots” cómo la frase “Proletarios de todos los países, ¡uníos!” no sólo dejó de tener sentido por el fracaso del comunismo, sino por los cambios que el mundo ha experimentado desde el tiempo en que Marx escribió su manifiesto. En aquella época, cerca de un tercio de la desigualdad global se explicaba por la clase social. En esos días, los más desposeídos de todos los rincones compartían realidades similares. Hoy el país de residencia es lo que explica la mayor parte de la brecha económica. La evidencia es contundente. Cerca del 60% de las diferencias de ingreso a nivel mundial se explican por el país y un 20% adicional por el estatus familiar. A modo de ejemplo, el grupo de estadounidenses más pobres, representado por el percentil 5%, goza de un poder adquisitivo superior al del 67% de la población mundial e incluso mayor al de los ciudadanos ricos de la India, representados por el percentil 95%. Es decir, es mejor ser pobre en los EE.UU. que rico en la India. Es mejor ser pobre en un país desarrollado que rico en uno fracasado.
Si bien es indiscutible que altos niveles locales de desigualdad económica pueden ser nocivos para el correcto funcionamiento de la sociedad, los abrumadores contrastes en la calidad de vida existentes entre una nación y otra nos recuerdan cuán fundamental es hacer de los países economías desarrolladas. Caer en la tentación de políticas redistributivas forzadas ha sido siempre un error. Las migajas que se reparten no son nada en relación a lo que pierden las naciones.»
Por Juan Ignacio Eyzaguirre
Fundación Cientochenta