Liberalismo societario (Societarismo)

1.- UNA VISIÓN DE SER HUMANO [El homo socialis]

La antigua y restringida visión del ser humano observado como homo economicus, desde la que se ha analizado el comportamiento social en los últimos siglos, ha dejado de dar el ancho para explicar la verdadera complejidad de las relaciones humanas. Lejos de ser meros agentes tomadores de decisiones económicas, o meros individuos de una especie, hablamos de personas integrales. No sólo intereses económicos mueven al ser humano, ni sólo intercambios económicos explican la Sociedad. Frente a esta realidad es que aparece una nueva y más amplia concepción liberal del ser humano: el homo socialis, entendido como ciudadano integral.

A diferencia del humanismo comunitarista, que asigna a las asociaciones y comunidades un valor moral superior a las personas que forman parte de ellas, nuestro humanismo societario entiende que la finalidad propia de la Sociedad es maximizar las oportunidades para que cada uno de quienes la conforman puedan alcanzar su más plena realización personal posible. Es el servicio al ser humano la razón subyacente a la existencia de la Sociedad y, consecuentemente, a todas las organizaciones que la conforman.

2.- UNA VISIÓN DE SOCIEDAD [La Sociedad horizontal]

El estado no es otra cosa que una organización social más entre todas las demás. El primus inter pares si se quiere, debido al monopolio que ostenta respecto del uso de la fuerza, pero en una relación de coordinación y no supraordenación respecto de las demás organizaciones que conforman el tejido social. Por esta razón, a ninguna organización humana le corresponde una posición intermedia respecto del estado por su propia naturaleza, salvo a los organismos menores de éste mismo.

A su vez la política, así como las ideologías y doctrinas que la inspiran, no sólo debe situar su acción al nivel de conducción del estado sino que debe desarrollarse al interior de absolutamente todas las organizaciones humanas, sin perjuicio de hacerlo siempre respetando la función propia y la autonomía de cada organización. Este es el camino para el fortalecimiento y el enriquecimiento de un tejido social empoderado, interrelacionado y autónomamente politizado.

3.- UN CAMINO [La descentralización social]

La verdadera revolución social depende de una auténtica descentralización social. Una descentralización ya no desde el estado en el nivel central al mismo estado en las regiones, sino que desde el estado en favor de todo el espectro de organizaciones que conforman la Sociedad. Éste debe asumir un rol generador de posibilidades de cambio, renunciando a su monopolio en la gestión de los servicios públicos y empoderando a los ciudadanos y sus organizaciones en la solución de las problemáticas sociales.

Debemos descentralizar la gran administración. Debemos ayudar a los ciudadanos a recuperar el control de sus barrios, reconquistar la gestión de sus comunidades y reasumir sus propias responsabilidades frente a la Sociedad. Y para esto no proponemos simple maquillaje, sino que la más grande y más dramática redistribución de poder desde las élites políticas al ciudadano común. El éxito de toda política pública estatal no puede estar dado por el número de personas que abarca, sino por el número de personas que deja de depender de ella.

4.- UN PROPÓSITO [El Societarismo]

Es tiempo de crear un propósito que enseñe el camino hacia un futuro utópico no impuesto mediante la fuerza. Las condiciones son propicias para la construcción de una nueva etapa en la historia de la humanidad en la que el estado reduzca su actual omnipresente existencia a través de la descentralización y redistribución social de sus potestades en pos de la autonomía de cada ciudadano y de cada familia frente al mismo. Se trata de la completa autonomía e independencia del pueblo respecto de toda asistencia estatal.

Pero hacer retroceder al estado no es nuestro fin. El estado mínimo no es más que una consecuencia circunstancial de nuestro verdadero propósito: la construcción de una Sociedad en la que todos los mínimos sociales necesarios para el fructífero ejercicio de la libertad de los ciudadanos estén completamente garantizados al mejor nivel posible para todos, pero no porque el estado los garantice, sino porque las familias y la Sociedad misma se los pueden dar. El estado debe cumplir una poderosa función social entregando los recursos y herramientas para empoderar a cada comunidad, a cada familia y a cada ciudadano, haciéndose a sí mismo cada vez menos necesario. Toda política pública en una dirección distinta debe ser rechazada.