Como delegado en la pasada Convención de Estudiantes fui testigo de la necesidad de discusión y de verdadero debate que hay al interior de nuestra comunidad, así como de la poca participación y el débil compromiso estudiantil en los espacios de representación. Sin duda estos temas han servido para el fluir de largos ríos de tinta, dando para escribir innumerables artículos y columnas de opinión, pero creo que hoy hay un grupo de personas que necesariamente debemos dar una nueva lectura a este fenómeno, responsabilizándonos y haciéndonos cargo del problema.

El panorama es preocupante: dentro de la universidad, cuna del pensamiento y de la discusión crítica, hay sectores que no se han preocupado por contribuir con el desarrollo de sus principios, abandonando la “batalla de las ideas”, limitándose a defender sus posiciones a media voz basados en intuiciones más que en argumentos sólidos. En tal sentido, han tomado un rol reaccionario ante las iniciativas de otros sectores que sí han sabido canalizar sus doctrinas en el debate universitario, dándose incluso licencia para instrumentalizar políticamente, sin mayor contrapeso, distintos centros de estudiantes y la misma mesa ejecutiva de nuestra federación.

En esta línea, comparto la visión que rechaza la instrumentalización de las organizaciones estudiantiles y de todo cuerpo intermedio por parte de organizaciones externas, pero considero que al resguardar el necesario sentido gremial de estas instituciones no debe dejarse de lado el trabajo de las ideas, el que hoy ha sido abandonado por aquellos que, buscando la despolitización de estos cuerpos intermedios, han caído en una lamentable despolitización de las personas, dejando durante años un importante abanico de principios, autores e ideales en el olvido.

Y sí, esta acción debe realizarse desde el motor y cerebro de la Sociedad: la universidad, centro de generación del conocimiento para quienes liderarán la conducción de nuestro país, influyendo en el desarrollo de áreas tan variadas como las ciencias, la cultura, la economía, la política y un gran e importante etcétera. Ésta es y debe seguir siendo el origen de los grandes avances que lleven a nuestro país a un futuro más próspero. Por esto, la universidad, como cuerpo autónomo e independiente de cualquier externalidad, debe ser el lugar donde con mayor entusiasmo se viva el desarrollo, el debate y la difusión de las ideas, sobre la base de que la politización de los estudiantes no debe ser vista como un vicio, sino todo lo contrario, como un elemento virtuoso y necesario para la formación de personas íntegras al servicio de la Sociedad.

Todo esto necesariamente nos lleva a la conclusión de que actualmente hace falta una nueva alternativa, basada en una visión más amplia, que sin temores logre retomar el necesario debate de ideas, sumando a esta tarea a ese gran grupo de estudiantes despolitizados e indiferentes que hoy no están tomando parte de las decisiones que dan rumbo a nuestro país. Esta gran tarea es la que debemos asumir quienes hemos tomado conciencia del modo en que debe desarrollarse la universidad como un cuerpo intermedio fiel a su fin propio y peculiar, que no es otro que el desarrollo de las ciencias y de las artes, así como del debate amplio y la contraposición de las ideas para el progreso de la humanidad.