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Cuando se habla de “feminismo” se desconoce la existencia de la ideología de género liberal que inspiró en sus orígenes a este movimiento social. Hoy el “feminismo” se asocia sin más a la ideología de género neomarxista del feminismo radical, como si fuera la única ideología de género existente. A este reduccionismo subyacen al menos dos causas: la primera está en que los conservadores, acorralados frente a las ideologías de género liberal y neomarxista, han extremado esfuerzos para meter en el mismo saco del marxismo cultural a todo el que se oponga a los valores conservadores, restándole autonomía a la corriente liberal. Y la segunda está en que efectivamente el marxismo cultural ha cooptado el debate con el pasar del tiempo, proponiendo soluciones estatistas a una causa que originalmente siempre fue liberal.
Si analizamos la historia, el feminismo es un movimiento social que vino a plantear una contraposición a la tradicional ideología conservadora del género basada en una visión binaria del sexo –donde las únicas dos alternativas son ser 100% hombre o ser 100% mujer– la cual además propone una preeminencia natural del sexo masculino por sobre el femenino. Desde esta visión lo único real es el sexo biológico, del cual debe desprenderse la orientación sexual e identidad de género de las personas de manera que toda falta de alineación se traduce necesariamente en una “desviación, patología o perversión”.
Esta ideología conservadora, si bien se encuentra en constante decadencia, es la que ostenta la hegemonía cultural del mundo moderno, inspirando además las legislaciones actuales. Es desde esta visión que se establece como función del Estado, por ejemplo, certificar el “sexo” de los ciudadanos en los documentos de identidad. Y es frente a esta visión que las corrientes feministas iniciales estaban fuertemente inspiradas en ideas y valores liberales. La batalla cultural original estaba relacionada con el derecho a sufragio de la mujer, la abolición de leyes discriminatorias y, en definitiva, la igualdad ante la ley del Estado. Y aun hoy esta batalla liberal está lejos de haberse terminado.
Basta observar la legislación de nuestro país donde hasta hace poco el contrato de matrimonio establecía como deber de la mujer respetar al marido, mientras que el marido no tenía el deber de respetar a su mujer. Aun hoy el Estado impone que el hombre debe ser el jefe de la sociedad conyugal de manera que es nulo todo pacto voluntario en que esto se modifique. Ni siquiera existe autonomía de la voluntad en la decisión del apellido que llevará primero un hijo o una hija, pues para el Estado existe un orden de importancia “natural” que debe ser respetado.
Resulta evidente, entonces, que es posible avanzar en conquistar igualdad ante la ley del Estado para las mujeres sin promover cuotas de género, creación de ministerios, prohibiciones irracionales a la discriminación o políticas públicas estatales arbitrariamente focalizadas en ellas. Las mujeres aun no tienen el mismo trato respecto de los hombres ante la ley. Y esto es, por supuesto, extrapolable a otros grupos tradicionalmente discriminados y excluidos como las personas transgénero, homosexuales y en general todo el mundo de la diversidad sexual.
Por todo lo anterior, resulta imperativo que los liberales entren con fuerza en el estudio de los asuntos relacionados con el género. La ideología de género conservadora se jacta de “científica” sin comprender que no todo es blanco o negro en la vida real y mucho menos en la ciencia, donde prima una compleja diversidad. Nada tiene de científico forzar, contra su voluntad, a una persona con genotipo “XXY” o “XYY” a certificar su sexo frente al Registro Civil como “100% hombre” o “100% mujer”. Nada tiene de científico hacer lo mismo con una persona con síndrome de insensibilidad a los andrógenos quien, pese a tener genotipo XY (masculino), desarrolla un fenotipo femenino debido a que es “inmune” a las hormonas masculinas de su propio cuerpo. O una persona de genotipo XX con hiperplasia suprarrenal congénita que desarrolla genitales ambiguos. ¿Qué debe prevalecer? ¿Tener genes de hombre, tener genitales de hombre o tener cerebro (y gustos) de hombre? ¿Qué sucede si se presentan estos caracteres combinados? ¿Qué sucede si ninguno de estos caracteres se presenta de manera “pura” siquiera?
La ciencia avanza exigiendo ideologías flexibles dispuestas a incorporar nuevos conocimientos. Lamentablemente la ideología de género neomarxista es la única que está haciendo este trabajo, mientras que la conservadora jamás lo hará. Por esta razón, es necesario que los liberales comiencen a aparecer en el debate rompiendo tanto con los tabúes de los conservadores como con las propuestas estatistas de los neomarxistas y del feminismo radical. De ello depende que el debate relativo a la promoción de los derechos de la mujer y de la diversidad sexual en los próximos 20 o 30 años pueda darse tanto a la altura del conocimiento científico actual como desde la óptica de la colaboración libre y la espontánea solidaridad entre los seres humanos.
Presidente Ejecutivo de Sociedad Chile. Abogado especializado en Derecho Constitucional, Económico e Internacional. Actualmente cursa un Magíster en Políticas Públicas, Economía y Gestión Pública en la Universidad del Desarrollo y se desempeña como asesor de la Alianza del Pacífico en la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales de Chile.