Nacida en Melipilla, tiene 22 años y es estudiante de cuarto año de Ingeniería en Alimentos en la PUCV. Su primer acercamiento a la política fue al involucrarse en diferentes voluntariados sociales, destacando su labor en Desafío Levantemos Chile durante el último gran incendio en Valparaíso.
El año pasado fue representante de su carrera en la Convención de Estudiantes de la FEPUCV, instancia en la que luchó incansablemente por mejorar los espacios democráticos dentro de la institucionalidad de los estudiantes. Hoy quiere ser la primera mujer en alcanzar el cargo de representación estudiantil en el máximo órgano de gobierno de la universidad.
Hoy son pocos los que confían en “los políticos”. ¿Qué te motivó a postularte a Consejera Superior?
En las elecciones de la FEPUCV del año pasado más de 9.000 compañeros decidieron simplemente no votar, con un porcentaje de abstención nunca antes visto y que se debe en gran medida al vacío de ideales y a la falta de opciones que le entregamos a nuestros compañeros.
Esta ausencia de opciones es responsabilidad de quienes no se aventuran a abrir nuevos caminos. Tras el conjunto de candidatos que integra nuestra lista existe un grupo de estudiantes aburridos de ser ninguneados por la “maquina política”. No tenemos gran experiencia ni gran trayectoria, pero tenemos la convicción de que es tiempo de involucrarnos y crear una nueva alternativa, porque estamos convencidos de que no ser políticos es ser indiferentes, y ser indiferente es permitir que otros nos utilicen para cumplir los objetivos de una minoría radical.
¿Cuáles son las principales propuestas sobre las que has basado tu campaña?
Nuestra campaña se fundamenta en tres grandes pilares: democratizar los espacios, crear una verdadera comunidad universitaria, y defender y seguir fortaleciendo el inherente rol público que tiene la PUCV.
En primer lugar queremos democratizar los espacios al interior de la PUCV a través de dos vías: Por un lado, con respecto a la universidad, logrando el reconocimiento del derecho a voz y voto de los consejeros de facultad y superiores, con lo que esperamos también poder acercar más estos órganos de gobierno a todos los estudiantes, con quienes hoy hay un gran distanciamiento. Y por otro lado, también buscamos democratizar nuestra propia orgánica estudiantil, donde hay mucho que avanzar en cuanto a participación, transparencia y representatividad.
En segundo término, queremos abandonar la lógica confrontacional de “lucha de estamentos” impuesta por otros colectivos políticos. Queremos empezar a hablar de una “comunidad universitaria”, donde cada uno de sus actores (estudiantes, docentes, funcionarios y la Iglesia) hace su aporte para construir una universidad dialogante, participativa y diversa.
Nuestro tercer pilar se basa en la defensa del rol público que cumple nuestra universidad. Estamos convencidos de que el rol de una casa de estudios no va determinado por su régimen de propiedad, sino por el valor que genera ésta para la comunidad. Y la Católica de Valparaíso es una universidad innegablemente pública.
¿Quiénes conforman tu equipo? ¿Hay militancias?
Nuestro equipo fue formado por delegados de diferentes carreras que nos conocimos en la última Convención de Estudiantes. La mayoría, como yo, somos nuevos en política universitaria, lo que nos permite tener una visión más crítica de la labor que desarrollan nuestros representantes.
Dentro de este grupo además muchos somos militantes de Sociedad, un incipiente movimiento universitario con proyección nacional que tiene la libertad y la solidaridad como principales ejes. Basamos nuestras propuestas en una visión horizontal de Sociedad y, especialmente, en la convicción de que el estado debe asumir una función social vigorosa en el sentido de hacerse a sí mismo cada vez menos necesario, y al pueblo cada vez menos dependiente de sus políticas públicas.
¿De qué trata la propuesta de un nuevo enfoque que planteas para el movimiento estudiantil?
Hace un tiempo Sociedad presentó el documento “Elementos centrales para una mejor educación superior”, una propuesta alternativa al de la CONFECH en que se establecen cuáles deberían ser los puntos cruciales a la hora de determinar la política educacional en materia de educación superior.
Entre los puntos más relevantes de dicho texto se encuentra la importancia de la focalización de políticas públicas en las personas y no en instituciones, la de defensa de la diversidad de proyectos educativos como factor determinante para hablar de educación de calidad; la autonomía de las casas de estudio y la defensa de un modelo de universidad con rol “humanista”. Esto ultimo se traduce en un modelo de universidades con alto desarrollo de la docencia, investigación y extensión, formadora de personas íntegras, como alternativa frente al modelo de universidad “mecanizante” que vemos en otras instituciones que tienen un enfoque meramente profesionalizante.
Por último, plantemos la importancia de ver las políticas públicas como una herramienta para lograr la autodeterminación e independencia de las familias, para que cada vez sean menos los que tengan que depender del asistencialismo estatal.