Hace unos días un experto en educación del Banco Mundial se refirió a la necesidad de terminar con el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, un resabio histórico de carácter monopólico que no justifica su existencia como organismo creado y privilegiado arbitrariamente por el Estado a través de la legislación.

No hay argumento plausible para que esta organización subsista. Cada vez son más las instituciones “no tradicionales” que se destacan en docencia, extensión e investigación por sobre otras “tradicionales” que no sobresalen por su calidad ni por su rol público.

El Cruch debería ser derogado por dos grandes razones: no resulta admisible en una democracia la existencia de un cartel universitario integrado y presidido por la propia autoridad educacional encargada de definir las políticas que afectarán a todas las otras instituciones excluidas y más importante aún, no se justifica la existencia de un cúmulo de instituciones privilegiadas cuando el foco de toda política pública deben ser las personas, dándole a ellas la posibilidad de escoger donde estudiar en atención a sus intereses, valores y proyectos de vida. Terminemos con el Cruch, concentrémonos en las personas.

 

Publicado en: El Mostrador / El Demócrata