La petición por un mayor control estatal de la educación privada ha sido aceptada por casi todos los colores políticos. Una demanda originada en el movimiento estudiantil que pedía una educación pública, gratuita y de calidad. Un mayor Estado de Bienestar para todos los chilenos y chilenas. Pero ignoran la esencia de su petición: el control de los políticos de nuestra educación.

La escuela como institución moderna nace en Prusia para evitar la insurrección debido a la expansión de los ideales ilustrados. La élite gobernante crea la escuela pública y gratuita para la población. A pesar de esto, mantenía una fuerte división de clases y tenía una notoria inspiración en la educación espartana, reflejada en su admiración por el orden, la obediencia y disciplina, que llevarían a un pueblo dócil convertirse en uno preparado para la guerra y obedecer a la autoridad. Una “fábrica de soldados”, útil incluso para la oligarquía industrial. Su carácter público, gratuito y obligatorio sirvieron para los propósitos del Despotismo Ilustrado y, por lo mismo, fue difundido por todos los continentes, llegando a Chile en las últimas dos décadas del siglo XIX, a manos de Valentín Letelier, figura importante del incipiente Partido Radical.

Entonces se solía plantear que el Estado debía moldear a cada persona, y moldearla de tal manera que simplemente no pueda querer otra cosa distinta a la que el Estado desee que quiera. La implementación se complementó con investigaciones sobre el control de la conducta, las que requerían una serie de pasos para la “producción” de un estudiante ejemplar. Implicaba la separación en cursos o fases educativas con la elección de contenidos por un experto externo que ni siquiera era profesor.

Un proceso de producción fordista con un constante ciclo repetitivo para una cantidad enorme de niños. El profesor toma la figura de un reproductor de contenidos que debe enseñar por orden del experto, sin autonomía para adaptarla a las necesidades del niño, al que tampoco logra conocer debido al apuro por responder a exigencias, la ausencia de un trato particular y la frustración por no lograr que todos los niños, diversos entre ellos, logren entender un mismo contenido de una misma forma.

Un sistema educativo con elementos militares, como: castigos, filas por tamaño, formaciones, timbres anónimos, e respeto irrestricto a las reglas, las notas estandarizadas, contenidos iguales, uniformes, la división de edades, los horarios estrictos, la organización vertical y la obligatoriedad. Un sistema con la semejanza de las prisiones y ejércitos no son capaces de entregar una educación eficiente que considere las realidades individuales.

Este sistema deshumaniza la educación, un proceso que debiese dignificar. La esencia de la educación prusiana está inmersa totalmente en lo que consideramos educación, la que confundimos además con escolarización. Un sistema que difunde las ideas de una Sociedad vertical, con una supra estructura omnipotente y una base obediente a lo que la primera dicte.

Lo peor de todo es que abarca a todo el espectro educativo. Desde particulares, que deben obedecer reglas del Ministerio y tienen arraigada la idea de una escuela ordenada y jerarquizada; hasta recintos estatales, que se ven afectados por los operadores políticos que se aprovechan de sus cargos y entienden a la perfección el rol que tiene la educación en el control de las conciencias.

Varios le tienen terror a la idea de la Escuela Nacional Unificada, pero no ven que cada vez que una escuela se ve limitada a tomar sus propias decisiones estamos bajo la misma lógica que inspiró al polémico proyecto. No debemos eliminar el rol de garante del Estado en educación, pero sí debemos avanzar hacia una descentralización del poder en la educación.

Lograr una educación libre, moderna y de calidad.

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